sábado, 6 de octubre de 2012

Cambio paulatina en la conciencia racial dominicana

        Hoy en día la herencia dejada en la sociedad dominicana por la Era de Trujillo es incuestionable, resultado del trabajo realizado por la élite dominicana al servicio del régimen, en especial por Peña Batlle. Pero, desde hace unos veinte años que ha comenzado a registrarse hay un importante cambio en la conciencia racial dominicana. Lil Despradel comenta este hecho con los siguientes términos: “…la toma de conciencia cultural, algo retardada, de la identidad afroamericana, resentida por la vanguardia intelectual dominicana y el enfrentamiento directo con el imperialismo (1965), exacerbaron el nacionalismo de los dominicanos, pero esa vez, no se definió frente al haitiano ni buscó su “esencia nacional” en su pasado hispánico ni indiosincracia. La colaboración de combatientes haitianos junto a los dominicanos en la guerra de 1965, y la toma de conciencia de un pasado cultural común, de un presente y un futuro que se definen en relación con un adversario común, el imperialismo, acercó a dominicanos y haitianos.” 

        Es verdad lo planteado por Lil Despradel, pero también podríamos ir más lejos y decir que la diáspora dominicana contribuye en cierta medida a este cambio de conciencia racial que se ha venido desarrollando en los dominicanos que antes creían que los haitianos venían a “ennegrecer” a su pueblo, resulta que ahora son ellos mismos los que están empezando a “ennegrecerse”. ¿En qué sentido afirmo esto? Es archisabido que el dominicano en su país, alimentado por las tesis de Peña Batlle, se cree blanco, español, y juzga al haitiano como un brujo, sucio, bruto. Sin embargo, cuando llega a los Estados Unidos, a España o a cualquier otro país descubre que él no es blanco y, por lo tanto, aprende a convivir con los negros norteamericanos, con los negros de las Indias Occidentales e incluso, con los haitianos. Esa convivencia con los haitianos en el exterior permite a los dominicanos descubrir las cualidades positivas de los haitianos y, por ende, tener otra concepción de los miembros de su hermano país, que tanto bien reportan a la sociedad dominicana. Y al regresar a su país transmite esa nueva concepción. 

       En este sentido podemos decir que la diáspora dominicana “ennegrece” al dominicano. Es un proceso lento y paulatino, pero su contribución en la toma de conciencia racial dominicana resulta muy significativa.

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