sábado, 6 de octubre de 2012

3.2.1. La visión de Peña Batlle sobre el pueblo haitiano que se descubre en el “Orígenes del Estado Haitiano”

           La visión sobre el pueblo haitiano que sobresale en su texto titulado Orígenes del Estado Haitiano resulta ser una visión totalmente negativa y pesimista. Tanto al inicio como al final de esa obra incompleta, Peña Batlle subestima todo el esfuerzo realizado por los esclavos en unión con los libertos para disfrutar de la plena libertad. En ciertos momentos en la obra, llega a afirmar que no existía ningún sentimiento de voluntad política en los distintos movimientos de los negros para salir del sistema esclavista y disfrutar de una independencia plena. A este tenor afirma Peña Batlle: “Con esto hemos querido decir que los esclavos insurrectos en 1791 estuvieron muy lejos, cuando dieron su espantoso grito del 22 de agosto, de ideales ni preocupaciones nacionales. No se movían impulsados por ningún sentimiento político ni mucho menos pensaron en la integración de una forma nacional específica.” 

          Puede ser que el levantamiento de los negros datado el 22 de agosto de 1791 no respondiera concretamente a una voluntad política bien determinada, pero no podemos negar que fuera un primer paso que culminará el primero de enero de 1804 con la proclamación de la Independencia Nacional en Gonaïves. Dicho levantamiento no es un acto aislado, al contrario, hay que saber situarlo en su contexto histórico. 

         Los esclavos, como bien lo señala Peña Batlle, venían de distintas tribus de África, con diferentes dialectos y religiones, por lo tanto para salir del infernal sistema esclavista tuvieron que congregarse formando un solo cuerpo, bajo la protección de una divinidad para luchar por una misma causa: “Libertad o muerte”. De ahí que antes de lanzarse a la calle a partir del 22 de agosto de 1791, los esclavos negros, bajo la dirección de Boukman, se reunieron el 14 del mismo mes y organizaron una ceremonia llamada en la historia haitiana: Cérémonie du Bois Caïman. 

            Desde el punto de vista religioso, el acto del 14 de agosto de 1791 tiene una gran importancia, sobre todo cuando se enmarca en su contexto. Los esclavos negros no se sentían protegidos por el dios de los blancos, al contrario, a su juicio, este dios de los blancos era aquel que ordenaba todos los crímenes y atrocidades que se cometían contra ellos. Por lo tanto, los esclavos se sentían protegidos por sus divinidades, a quienes llamaban “Oguferai”, “Erzuli”, “Papá Huedo”. Y he aquí las palabras sacramentales salidas de la boca de Boukman al inicio de la ceremonia: “El buen Dios que hace el sol y que nos une alumbra de lo alto, que encrespa el amor, que hace mugir la tempestad, escuchadlo, el buen Dios está oculto en las nubes. Desde ellas nos mira y ve todo lo que hacen los blancos. El Dios de los blancos ordena el crimen, el nuestro bondades. Pero ese Dios que es tan bondadoso (el nuestro) nos ordena la venganza. El va a conducir nuestros brazos y a asistirnos. ¡Romped la imagen del Dios de los blancos que está sediento de nuestras lágrimas; escuchad en nosotros mismo el llamado de la libertad! 

           Ahora bien, ¿este llamado a la libertad no podría ser considerado como la voluntad política de esa masa sedienta de libertad? ¿Es justo privar de libertad a un conglomerado de gentes por ser de color diferente al mío, o por ser miembros de un grupo étnico que no sea el mío? Si no puede considerarse voluntad política, lo cierto es que este grito es él de una clase humillada y explotada que quiere manifestar su deseo de vivir dignamente como seres humanos y no como cosas o animales al servicio del hombre blanco. En la concepción del negro existían dos salidas al sistema infernal implantado por los blancos y la clase dominante en “Saint Domingue” con la complicidad de la Iglesia: entregarse plenamente (cuerpo y alma) en una lucha para alcanzar la libertad o morir todos por una causa justa. 

          De ahí se pueda afirmarse, con Jean Price-Mars, que la vocación del pueblo haitiano era luchar para la liberación del hombre, ya que “la esclavitud es una odiosa negación de los derechos del hombre.” Con la proclamación de su independencia el primero de enero de 1804, la nueva nación emergente, por medio de los ex-esclavos negros, quiere elevar su voz y gritarle al mundo que “ningún ser humano puede ser propiedad de otro ser humano. Además, brindaba a todo hombre la libre posibilidad de desarrollar libremente su personalidad. Afirmaba la igualdad de todos ante los inalienables privilegios inherentes a la esencia misma de la naturaleza humana.” 

        Por otra parte, Peña Batlle trata la sociedad haitiana como una “sociedad sin historia propiamente dicha, sin antecedentes tradicionales, sin punto de partida y sin raíces espirituales. La historia de Haití como nación se inicia con la rebelión de los esclavos y no tiene ningún punto de apoyo en el pasado.” Con su afán de desvalorizar la cultura propia de la sociedad haitiana y poner en segunda categoría la lucha que se inicia a partir de 1791, Peña Batlle se contradice. Él mismo lo afirma: “…la sociedad haitiana nace con la rebelión de los esclavos”. Lo que implica a decir que dicha sociedad tiene un punto de partida aunque es parte de lo que Peña Batlle critica severamente. 

         Como respuesta a Peña Batlle acerca del origen del Estado Haitiano, podemos considerar lo escrito por el doctor Price-Mars: “…sabemos qué elementos han engendrado la comunidad haitiana. Sabemos cómo el rebaño de esclavos importados de África a Santo Domingo sobre la inmensa extensión de la costa occidental, presentaba en su conjunto un microcosmos de todas las razas negras del oriente. Sabemos cómo, de la promiscuidad del blanco y de su concubina negra, cómo de las condiciones facticias de una sociedad regida por la ley de las castas, nació un grupo intermediario entre los amos y la masa cautiva. Sabemos, además cómo del choque de los intereses y de las pasiones, de la confrontación de egoísmos y de los principales suscitados por la mística revolucionaria, estalló la rebelión que llevó a los ex esclavos a fundar una nación.” 

       La sociedad haitiana nació en este contexto, aunque fuese muy complejo. Para que hoy pudiéramos disfrutar de la plena libertad, salir del yugo de la esclavitud, era justo y necesario el levantamiento de los negros, utilizando todos los recursos para poner freno a las crueldades y atrocidades perpetradas por los colonos franceses, por los blancos, contra ellos. 

       Dentro de este marco histórico el surgimiento de un Mackandal era como un imperativo categórico, con la misión de congregar a todos los negros explotados y alienados, creando de este modo una confraternización, una sociedad cohesionada, que bebiera en la misma fuente: la de la libertad.

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